Recuerdo como si fuese ayer por qué estudié filosofía, tampoco soy tan viejo aclaro. Desde segundo de bachillerato soñé con ser ingeniero de sistemas y así estuve hasta quinto de bachillerato cuando inicié clases de filosofía. Lo que me pareció apropiado de la misma es que podía llevarle la contraria a quién yo quisiera, incluso a los filósofos mismos. Además gracias a un familiar, obtuve acceso directo a los textos completos de los filósofos que estudiábamos fragmentadamente en clases. Así que cuando el profesor hablaba del mito de la caverna de Platón yo conocía mucha de la obra restante del mismo, y eso hizo que me sintiera muy cómodo en la clase. Creo que a todos nos gusta la seguridad que brinda el ser el mejor en algo.
Cuando egresé del bachillerato me fui con mi primera opción: ingeniería de sistemas. Luego de la primera semana de clases supe que eso no era para mi, DEMASIADOS NÚMEROS. Y siendo honesto los números sólo los entiendo en billetes. Sin embargo admito públicamente que me enamoré de algoritmos. Y eso marcaría posteriormente mis orientaciones filosóficas y me permitiría entender muchas de mis actitudes.
Pude tomarme un año sabático e ingresar a estudiar filosofía. Desde el principio supe que estaba seguro nuevamente, rodeado de un ambiente de libertad intelectual que me beneficiaría y además esta vez sentí que mi irreverencia y esa vocación natural que tengo de llevar la contraria en casi todo (de manera justificada y con argumentos, nunca dogmáticamente) serían premiadas.
Tuve cinco momentos gloriosos durante mi formación como filósofo:
1. Mis clases de lógica con el profesor que nos correspondió, sobre todo con ese profesor sin el cual no habría aprendido tanto.
2. La humillación recibida por no comprar libros de buenas editoriales y el posterior entendimiento de porque es importante hacerlo.
3. Haber ridiculizado a un profesor en público ante mis compañeros y convertirlo en objeto de burla en ese instante (aunque el tipo ya era una burla andante de antes).
4. Haber sacado de sus casillas al profesor de filosofía oriental, quién se suponía debía ser un tipo muy calmado y siempre manejó ese perfil.
5. Conocer a Maquiavelo, Kant, Husserl, Nietzsche (de quién me desencanté, pues ya era un ávido lector de su obra), la Escuela de Francfort, el Círculo de Viena, Russell y Wittgenstein.
Este último punto es el cincuenta por ciento del título de esta entrada, pues cuando digo que soy filósofo por convicción de a ratos, me refiero en parte a que no toda la filosofía me gusta. Detesto a los presocráticos, no veo mucho sentido a Platón, quizás un poco a Aristóteles, la filosofía romana me parece buena si uno se droga, la medieval es una completa basura, Hegel es aún más basura y Marx toca el techo de lo que es basura. Así que cuando en mis clases me toca hablar de esos autores más que un filósofo, me considero un profesor de filosofía. Así que al llegar a mis autores preferidos se me sale lo filósofo en realidad.
El restante cincuenta por ciento del título de esta entrada tiene que ver con la imagen que se espera encontrar de un filósofo. Todos creen que se debe ser introvertido, muy calmado, amante de la música clásica y cosas así. Cuando me conocen se estrellan. Soy muy abierto, extrovertido, inquieto, escucho cualquier tipo de música ... básicamente no soy filósofo. Y en eso radica lo que siempre he entendido de mi profesión. Al dejar de trabajar me desconecto de esa parte profesional y dejo de ser un filósofo para convertirme en un ser humano más, en una persona como cualquier otra, así muchas de mis actitudes sigan pareciendo bizarras en la mayoría de los casos. En términos más claros: trabajando soy una persona, fuera del trabajo soy otra persona. Kant definió muy bien eso cuando dijo que tenemos un ámbito privado y otro público. Y esto es lo que no parecen entender algunas personas medio cercanas a mi.
Lo digo porque una vez volví a mis redes sociales aquellos que me siguen, específicamente algunos de mis alumnos, creen que en twitter está su profesor, que en instagram está la persona que se coloca delante de ellos y les habla de temas académicos. Pero como siempre he pensado, en las redes sociales uno es cualquier cosa menos serio. Eso es pura joda. En twitter todos somos (como dije en un blog pasado) o grandes pensadores, o rock stars. En instagram la vida es color de rosa (o dependiendo del filtro que uses).
Yo por mi parte dejo la filosofía para los espacios y momentos apropiados, fuera de ellos soy un tipo ordinario con una vida ordinaria en unas condiciones extraordinarias.
Creo que tienes buenas referencias.
ResponderEliminarEl día en que escriba un texto como este (<>) quizá te sorprendas de lo Leonardo Peña Orozco que puedo ser (en parte, gracias a una de tus clases).
Nos vemos en <>.
P.D.. Tendrás tus cuestionarios, porque necesito apoyo moral. Si respondes lo que quiero que respondas, lo mando a enmarcar.
hagale leonardo
ResponderEliminarInteresante esta parte de su blog:) tiene usted mucha razón cuando habla de la imagen que muchas personas tienen acerca de los filosos. A mi me paso con usted, cuando matricule esta materia, me lo imagine de una manera jajja que cuando lo vi, me di cuenta que no tenia ni siquiera algo parecido al aspecto físico de un filoso, pero... al escucharlo hablar ps si, tiene algo que cualquiera a simple vista se da cuenta de que es usted un filosofo.
ResponderEliminarGrandioso punto de vista
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