martes, 26 de agosto de 2014

BRINDAR CONSEJOS … ¿PARA QUÉ?


La amistad es un valor muy útil y muy difícil en estos días. Vamos por la vida rodeados de conocidos, sumergidos en enemigos, pero muy escasos de amigos. Se espera de un amigo lealtad, acciones desinteresadas, comprensión, alguien que te escuche con más confianza incluso que un familiar directo. Quién busca una amistad busca una mano amiga, una voz de aliento en los momentos difíciles. No sabe que busca una aguja en un pajar, quizás la encuentre pero de seguro tropezará antes de salir del pajar y la perderá.

Ese rol de ser la voz de aliento es lo que me desagrada de ser amigo de cualquier persona, soy muy realista y pragmático como para ver la vida color de rosa. No es que se me imposibilite el brindar amistad, es que no tengo tiempo para mis viejos amigos ni para hacer nuevos amigos, además de que mi criterio de amistad siempre difiere en el mismo punto: brindar un buen consejo cuando mi amigo así lo requiera.

Como amigo ofrezco casi lo mismo que ofrece cualquier amigo: podemos divertirnos juntos, podemos celebrar juntos casi cualquier cosa, mi casa es tu casa, pero no me pidas alguna de estas dos cosas: dejarte jugar con mi pS4 (OLVÍDALO) y verte en una situación que te genera algún daño o sufrimiento sin criticarte por tomas malas decisiones o no leer bien las situaciones en vez de darte un buen consejo. Y lo del PS4 es en serio.

Siempre he creído que mi capacidad de leer situaciones y personas ha sido una habilidad muy peculiar en mí, pues me ayuda a anticiparme a las situaciones o reaccionar sin titubeos ante las adversidades de cualquier tipo. Y como cualquiera que es muy bueno en algo, no soporto ver que un amigo (cuando digo amigo me refiero a hombres y mujeres por igual) se equivoque en eso que es mi fuerte. Asumo que de tanto verme manejar todo tipo de situaciones mi amigo casi que se ha autotransferido parte de esas habilidades mías. Y me decepciona mucho el notar que en la mayoría de los casos no es así.

Vayamos al ejemplo más común: problemas amorosos (que pinche suerte que todos mis ejemplos siempre involucran a mi o a alguien más enamorado, pero creo que esos se dejan entender más fácilmente). Cuando un amigo tiene un problema con su pareja y vienen buscando un consejo de mi parte, básicamente siempre obtienen lo mismo: la expresión “estás bien jodido”. Le agrego, además, toda la lista de señales por las cuales yo sabía que eso le iba a pasar y le recalco la ausencia de claridad para no ver venir la inconsistencia, y le adiciono mi cara de desaprobación (estilo Sheldon Cooper).




Básicamente odio dar consejos por dos razones muy claras: no importa lo que aconsejes nunca te harán caso y porque uno nunca está en los zapatos de la otra persona como para tener un consejo que darle. Quizás uno podría emitir un juicio personal al respecto, pero eso dista mucho de un consejo. Dar un consejo implicaría vivir la situación exactamente de la misma forma en que la persona que lo solicita la vivió, padecer el mismo sufrimiento que ella, gozar de la misma forma que ella lo hizo. Es como querer estar en los zapatos de otra persona, y siendo esa idea husserliana (un concepto filosófico para  darle un aire hípster a esta entrada en el blog) imposible pues es mejor no perder el tiempo tratando de dar consejos.

Un buen amigo debe indicarte en que fallaste antes que darte palabras de aliento, decirte lo que te tenga que decir para abrirte los ojos antes que venderte una fantasía, decirte que estás jodido antes que decirte “tranquilo, ya saldrás de esta”. Pues quizás no estés de acuerdo con mi apreciación de lo que es la amistad, pero bueno, es mi apreciación, mi entrada y mi blog amigo.


“Amigos, no hay amigos” – Aristóteles (según Diógenes).

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